
Edificio del Correo.
Cuando el ferrocarril activaba la economía de Riobamba, y cuando las tecnologías de la comunicación no tenían el desarrollo trepidante de hoy, las citas románticas y los encuentros amistosos tenían como pretexto el recoger la correspondencia. Los habitantes de la ciudad subían y bajaban por la calle 10 de Agosto, entre la Estación del Ferrocarril y el edificio del Correo, para hacer amigos y quién sabe encontrar el amor…
Las historias de pueblos y ciudades siempre guardan anhelos de sol y de luna, de vivencias humanas que despiertan ensueños, ilusiones y vías de esperanza y anhelos que aparecen y mueren; dejando luego, huellas para nuevas mañanas que con nuevas experiencias van tejiendo la vida con mejores urdiembres.
Y aquí en nuestra Riobamba, por allá en los años 70, cuando su paisaje se vestía de casas de teja, en su generalidad bajas; y su perímetro urbano permitía recorrerla a pie, era necesario comunicarse con los amigos y familiares que por motivos de superación en estudios o trabajo tenían que movilizarse a la capital u otras ciudades. El medio para ello era “el correo” que constantemente buscaba mejorar su servicio para ser el enlace efectivo entre los seres humanos que por dichas circunstancias se obligaban a estar separados. En este afán, el famoso “servicio de correo” estableció días de llegada de correspondencia.
La adolescencia y juventud que con sus inquietudes siempre imprime cambios, de inmediato tomó esto como un sabroso pretexto para movilizarse por el sector céntrico de la ciudad: Parque Sucre, 10 de Agosto y El Correo. Así se instaló en la ciudad las conocidas “Noches de Correo”, compuestas por las alegres caminatas de la juventud que buscaba mirarse, conocerse y llenar de alegría estas calles de adoquines, de balcones y ventanas; florecieron también los consabidos romances que a través de los tiempos siempre han alegrado el convivir humano.
Con el avance telefónico fue desapareciendo la intercomunicación escrita, que hoy nos alegra haya retornado a través del famoso “e mail” o correo electrónico que por su bajo costo se impone a la telefonía. Y vemos cómo las cartas vuelven a acercar con más fuerza a los seres humanos, porque en cada palabra escrita, sin duda alguna, late el corazón que comunica ideas, sonrisas, pesares, sentimientos, amores; en síntesis, comunican vida, que al interactuar con otros, crece, se eleva, se llena de luna o de sol para proyectarse siempre hacia adelante y cual enjambre de abejas construir la miel que endulza la vida, olvidando aguijones. O sintiendo que el espacio del firmamento es amplio, elevarse cual aves, por el amplio cielo en busca de realización y libertad.
¿Qué significó entonces las noches de correo? Expliquémoslo mejor en versos:
Noches de Correo
Eran noches de encanto
eran noches de aroma
eran noches de estrellas
de emoción y de vida
las llamadas entonces
Noches de Correo
en que atentos marchaban
por “la diez” hacia arriba
por “la diez” hacia abajo
a buscar el correo
los muchachos de entonces,
las muchachas aquellas.
¿Y es que toda la gente
obtenía una carta?
¿era urgente ese día
buscar la correspondencia?
era solo el motivo
de los dulces paseos
las veladas alegres
los encuentros fraternos
de los cuantos amores
que allí entonces nacieron
que allí entonces crecieron
o también fenecieron
en las múltiples noches
de romance y correo.
Y al mirar el vetusto
e imponente edificio
de aquel viejo correo
que solidario al recuerdo
también se ha paralizado
y su reloj ha dormido,
al mirarlo se arranca
desde el fondo del alma
un suspiro, de gemido,
un recuerdo que se ama.
Y en los mil riobambeños
jovencitos de entonces
quedó impreso el recuerdo
de las dulces quimeras
de las risas aquellas
que inspiraron las bellas
¡Noches de Correo!
Adela Moscoso Valarezo
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