
Parque 21 de Abril en Riobamba.
La libertad es un proceso continuo de reconocer cadenas y romperlas. Riobamba consiguió la independencia del sistema colonial español con el combate ganado por el ejército de Simón Bolívar en 1822, pero antes, diecisiete meses para ser precisos, ya había declarado su emancipación política. Y aún más, trece años atrás, ya se pronunció a favor de la Junta Soberana de Quito que buscaba el autogobierno de las colonias en el centro del mundo.
El 11 de noviembre de 1820 los habitantes de Riobamba firmaron el acta para declarar emancipada a la villa y para nombrar a sus propias autoridades. Sin embargo, el proceso no contó con respaldo militar y los realistas tomaron la plaza. Desde entonces impusieron un régimen de terror con persecuciones, decomisos y cobro de impuestos para sancionar a los sublevados.
La campaña de Quito

Detalle de la pirámide conmemorativa por el Combate de Riobamba.
El 11 de enero de 1821, el libertador Simón Bolívar nombró a Antonio José de Sucre como comandante del Ejército del Sur con el propósito de incorporar a la Gran Colombia a Guayaquil, declarada independiente en 1820, y finalmente liberar al territorio de Quito. Sucre llegó a un acuerdo con la Junta de Guayaquil de modo que el puerto mantendría su soberanía bajo la protección de Colombia. De esta manera el futuro Mariscal de Ayacucho quedó facultado para enfrentar a los realistas con el apoyo de Guayaquil.
Para entonces gobernaba la Presidencia de Quito, el militar español Melchor de Aymerich y Villajuana, encargado de combatir la revolución guayaquileña y dar batalla al ejército de Bolívar. “El Regimiento de Granaderos a Caballo en tiempos de la emancipación hispanoamericana 1812 – 1826”, artículo del coronel Rubén Ferrari, destaca que Aymerich estableció su cuartel general en Quito; desde donde atendía las operaciones que llevaba adelante el coronel realista Modesto Basilio García, posicionado en Pasto con 1600 hombres, frente a las fuerzas de Bolívar y reforzaba al coronel Carlos Tolrá, comisionado con una fuerza para sofocar la resistencia, conquistar Guayaquil y pacificar la retaguardia real.
En 1821 los soldados grancolombianos sufrieron varias derrotas ante las huestes comandadas por Tolrá, razón por la cual Sucre se dirigió hacia Guayaquil y reclutó a 700 hombres más; el aporte de soldados argentinos y chilenos fue importante. Una vez reorganizado el ejército patriota, Sucre a finales de febrero de 1822 marchó hacia Cuenca para desalojar de allí a los españoles, quienes decidieron tomar rumbo norte para montar una posición de observación con la cual esperar a las huestes colombianas. Tolrá esperaba destruir las fuerzas patriotas a medida que transitaban en la ruta montañosa andina.
A criterio del general Larrea Alba, expuesto en “La Historia del Ejército Ecuatoriano”, los principios tácticos usados por los realistas consistían en el ataque frontal y en los movimientos envolventes. “Dieron el valor que tiene la ofensiva, apreciaron la importancia de la amenaza sobre las líneas de operaciones”, aseguró.
Sucre, muy previsivo, decidió enviar un grupo de vanguardia, liderado por el coronel Diego Ibarra, para alertar la presencia de las tropas realistas con oportunidad, sin la necesidad de que el grueso de la tropa estuviera involucrado. Esta vanguardia estaba integrada por los Escuadrones de Dragones y de Granaderos a Caballo de Los Andes. El general Sucre había instruido a Ibarra para que en caso de encontrarse con la fuerza real se retirara y buscara ser perseguido. Cuando la vanguardia llegó a Guamote, Tolrá descargó con furia contra esta facción, que en cumplimiento de las disposiciones, retrocedió hasta el poblado de Tixán hasta donde le siguió las tropas realistas. Solo entonces Tolrá comprendió la estrategia de Sucre y prefirió enrumbarse nuevamente hacia Riobamba.
El Combate de Riobamba

Juan Galo Lavalle, patriota argentino.
Durante el transcurso de la campaña, Sucre buscaba envolver a los realistas para cortar el camino de retirada a Quito, mientras Tolrá ocupó con su tropa posiciones defensivas sobre las colinas de Santa Cruz y Sabún, con la profunda quebrada del río Chibunga de por medio y a su retaguardia el poblado de Riobamba. Así aguardó la aproximación de la división aliada a órdenes del General Sucre.
Según Eudófilo Costales en su narración sobre la batalla, explica que Sucre desde Guamote dividió a su ejército y envió a ambos bandos por diferentes caminos. En Tsalarón se reunieron provisionalmente y para bajar el valle volvieron a separarse: la una fracción descendió por Chulcunag hasta Chuipe y la otra, por el camino de Náuteg, llegó directamente al poblado de Punín.
Sucre y sus tropas fueron recibidos con alegría por el milenario pueblo. El cumanés dispuso entonces al coronel Diego Ibarra y a 25 hombres que emprendieran el reconocimiento del terreno próximo. Las tropas libertarias acamparon en las afueras de Punín y Sucre pernoctó en el convento del pueblo por invitación del religioso Tomás Acha.

Vista general desde la quebrada Santa Cruz, donde se posicionaron los realistas.
El 19 de abril de 1822 Ibarra con su pelotón consiguió hostigar a elementos realistas que tanteaban el terreno en la quebrada de Guaslán, obligándoles a repasar el río Chibunga, frente al caserío de San Luis. Al día siguiente, Ibarra recibió la misión de encontrar la forma de vadear al Chibunga. El oficial encontró el lugar idóneo y entonces Sucre dispuso que el escuadrón de Dragones ocupara el margen derecho del río para llamar la atención de los españoles, mientras la vanguardia y el resto del ejército cruzaban el Chibunga por Pantús, junto a la quebrada Pacayacu. Sin embargo, la acción no pudo cumplirse ese día por la insubordinación del teniente coronel Félix Olazábal, comandante del batallón Trujillo, según la reconstrucción de los hechos planteada por Ejército Ecuatoriano. Finalmente el 21 de abril, por orden del general Sucre, el escuadrón Dragones y una compañía de infantería al mando del comandante Rash, se situó en la rivera derecha el Chibunga para distraer al enemigo. Y a las nueve de la mañana seguido por el resto del ejército, empezó el movimiento de la vanguardia, compuesta por el escuadrón Granaderos y una compañía de Cazadores conducida por Ibarra. El paso por Pantús resultó exitoso de modo que los aliados irrumpieron por la retaguardia de las posiciones españolas, cuyo ejército logró romper el contacto y dirigirse hacia Riobamba.
El coronel Tolrá ordenó organizar una retaguardia fuerte en 400 jinetes, con la clásica misión de detener a la vanguardia o al grueso de las tropas aliadas y asignarle ese tiempo ganado, a los batallones de infantería realista para que completaran el repliegue hacia el norte, rumbo a Quito (Combate de Riobamba – El Regimiento de Granaderos a Caballo en tiempos de la emancipación hispanoamericana 1812 – 1826).
Sucre ordenó a Ibarra que con la caballería se desprendiera del Ejército, diera alcance a Tolrá para fijarlo en un sector y obligarlo a librar batalla. A su vez, el coronel peruano dispuso al sargento mayor Juan Galo Lavalle para que con su primer escuadrón de Granaderos a Caballo de Los Andes entrara en contacto con los realistas. Ibarra siguió de cerca el movimiento Lavalle para brindarle apoyo con el resto de la caballería aliada, compuesta por el escuadrón de “Dragones de Colombia” y de “Cazadores del Perú”.
Los momentos decisivos

La victoria en Riobamba (Mural de la Nacionalidad)
En el parte enviado al general San Martín, Lavalle narra los momentos tensos del combate producido en Riobamba:
El primer escuadrón del regimiento de Granaderos a Caballo de mi mando, marchaba a vanguardia descubriendo el campo, y observando que los enemigos se retiraban, atravesé la villa, y a la espalda de una altura en una llanura me vi repentinamente al frente de tres escuadrones de caballería, fuertes de ciento veinte hombres cada uno, que sostenían la retirada de su infantería: una retirada hubiera ocasionado la pérdida del escuadrón y su deshonra, y era el momento de probar en Colombia su coraje: mandé formar en batalla, poner sable en mamo y los cargamos con firmeza. El escuadrón que formaba 96 hombres parecía un pelotón respecto de 400 hombres que tenían los enemigos: ellos esperaron hasta la distancia de quince pasos, poco más o menos, cargando también: pero cuando oyeron la voz de “a degüello” y vieron morir a cuchilladas a tres o cuatro de los más valientes, volvieron caras y huyeron en desorden. La superioridad de sus caballos los sacó por entonces del peligro con pérdida solamente de doce muertos, y fueron a reunirse al pie de sus masas de infantería. El escuadrón llegó hasta tiro y medio de fusil de ellos, y temiendo un ataque de las dos armas, le mandé hacer alto, formar, y volver caras por pelotones: la retirada se hizo al tranco del caballo, cuando el General Tolrá, puesto a la cabeza de sus tres escuadrones, los puso a la carga sobre el mío.
Según el análisis del Ejército ecuatoriano, Lavalle habría reflexionado que si insistía en la persecución corría el riesgo de quedar aislado de la División de Sucre y a expensas de la caballería de infantería de los españoles. Por eso se había replegado. Sin embargo, Las tropas de Tolrá tomaron la acción como una retirada patriota y fueron tras de ellos. Según el mismo Lavalle cuando tuvo a las huestes reales a unos cien pasos ordenó a los granaderos detenerse y dar batalla nuevamente. El arrojo de los granaderos consiguió la huída de los realistas, después de arrojar sus lanzas y carabinas. En esta segunda carga acompaño con “braveza” cincuenta Dragones de Colombia.
El combate dejó como saldo 45 soldados realistas muertos, 4 oficiales y 40 heridos. Además fueron capturados el armamento y las cabalgaduras. Por parte de los aliados patriotas, perdieron la vida el sargento de Dragones de Colombia, Vicente Franco, y el soldado granadero Timoteo Aguilera.
Lavalle destacó entre sus combatientes la valentía del capitán D. Alejo Bruix, del teniente Francisco Olmos, de los sargentos Díaz y Vega y del granadero Lucero. Por su parte, Sucre en su informe resaltó las actuaciones del coronel Ibarra, de los Dragones de Colombia, del comandante Lavalle, quien pasaría a la posteridad como el León de Riobamba, y sus oficiales mayor Ruiz, capitán Soberily y teniente Latus.
Después del triunfo en Riobamba, el ejército de Sucre parte hacia Quito, para vencer el último reducto que quedaba de los realistas. Finalmente, la batalla final en el actual territorio ecuatoriano se produce el 24 de mayo de 1822 en las faldas del volcán Pichincha.
Fuentes:
Costales, Eudófilo. La Independencia de Riobamba.
Ferrari, Rubén y Soria y Sergio. Combate de Riobamba – El Regimiento de Granaderos a Caballo en tiempos de la emancipación hispanoamericana 1812 – 1826.
Macías Núñez, Edison. El Ejército Ecuatoriano en las Guerras de la Independencia.
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