
Para alguien que se ha quedado sin trabajo, que ha sufrido en carne propia la enfermedad producida por el Covid-19 y, sobre todo, para quien ha perdido a un ser querido durante la pandemia, es difícil pedirle que descubra algo positivo debajo de las capas de incertidumbre y de desconsuelo que se acumulan persistentemente por más de un año y que amenazan hacerlo por mucho tiempo más.
Se dice que las personas que logran reponerse de sus dolores y seguir, han afrontado las adversidades con resiliencia. Según el neuropsiquiatra Boris Cyrulnik esta condición implica “iniciar un nuevo desarrollo después de un trauma” (País, 2018). Para la neurosiquiatra Rafaela Santos (2000), la resiliencia es “saber afrontar la adversidad de forma constructiva. Saber adaptarse con flexibilidad y salir fortalecido del suceso traumático”.
Precisamente, esta condición permite rescatar lo positivo de experiencias tan difíciles como las presentadas en pandemia, explica el psicólogo Isaac Salazar. Para él, se define como “la capacidad de dar respuesta a la necesidad de sentirse bien física y emocionalmente, superando el quedarse quieto o quieta en espera que alguien le dé pensando, sintiendo o haciendo”.
Riobamba y su gente han demostrado tener esta característica históricamente. Se levantaron del terremoto de 1797, afrontaron la explosión del polvorín de 2002, han emergido de las emergencias volcánicas y se reponen de malas acciones humanas que no faltan. En un sondeo realizado en la ciudad, entre lo positivo que se puede rescatar de la pandemia está el fortalecer la fe y haber unificado a la familia, señala César Daqui, profesional riobambeño. Para Israel Noriega, deportista, las familias han logrado tomar conciencia de lo importante de una buena alimentación y han disminuido el consumo de comida chatarra. La mayoría menciona el hecho de haber aprendido a compartir roles en la casa y haber vuelto al hábito de leer y valorar a los seres queridos. Para la académica Diana Ochoa, es rescatable que dentro de las familias se ha protegido a las personas más vulnerable. En lo laboral se ha comprobado que, con algunos ajustes, se puede mutar a la virtualidad y que en algunos ámbitos no es imprescindible la presencialidad. Ochoa considera que en economía y productividad se aprendió a dar prioridades, pero también surgieron emprendedores que analizaron la oportunidad y lograron llevar a los hogares los productos necesarios a través de una negociación en línea y con condiciones de bioseguridad.
La sociedad reconoció la importancia de los agricultores y de las labores del campo. A pesar de las dificultades y las restricciones, estos trabajadores de la tierra abastecieron de alimentos para los ecuatorianos y han seguido labrando la tierra, a pesar de las ganancias que no siempre son grandes y de actitudes de algunos, poco sensibles, que todavía piden rebajas o minimizan la tarea.
El arte y la cultura, por su parte, alimentaron el alma. Los proyectos no se detuvieron; por ejemplo, en modalidad totalmente virtual, se realizó el IV Encuentro Internacional de Literatura Infantil y Juvenil y el I Congreso Internacional de las Literaturas y sus Didácticas, organizado por la Casa de la Cultura de Chimborazo y la Universidad Nacional de Chimborazo, bajo la coordinación de Genoveva Ponce. El cantautor Henry Estrada, respetando restricciones y cumpliendo con las normas de seguridad, grabó, produjo y presentó el video “A tiempo”, adecuando la temática a la pandemia. Para él, es importante en este tiempo hacerse escuchar. “Entendí que el cantante puede, el cantor debe… que el ser humano debe reencontrarse”, señala. El sector turístico, uno de los más afectados, también ha mostrado resiliencia y trata de adecuarse con nuevas alternativas y espacios.
Ahora todos entienden que la salud, primero, y la reactivación económica son los acuerdos básicos. En ese se está enfocando el sector cooperativo, los gobiernos autónomos descentralizados, la academia, comerciantes, profesionales, emprendedores. Existen iniciativas como “Plaza Vida”, una feria para poner al alcance del consumidor productos sanos y a precios justos, de formar de motivar la economía local y, a la vez, consumir con conciencia.
En este contexto, la resiliencia explica el cómo nos sobreponemos a las desgracias, pero el por qué implica descubrir que hay un propósito para la vida. Y estamos en camino de descubrirlo. Estar bien con uno mismo, con nuestro entorno, y, luego, colaborar con una provincia con mejor calidad de vida pueden ser los propósitos que nos unan y que nos motiven para seguir. Si estamos todavía aquí y ahora, tal vez sea para cambiar, para disminuir la inequidad, la injusticia, la corrupción. Tal vez sea para ser felices por el tiempo que estemos. Se lo debemos a quienes han partido y nos legaron tanto.
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