Infatuados literaturistas de vanguardia, vanilocuentes de la palabra, henchidos de orgullo por algunas obras que lograron publicar; el pavo real tiene sobradas razones con su andar soberbio y presuntuoso para sentirse ufano en la ostentación y majestad de su colorido plumaje.
Verbigracia de un grupúsculo que no ceja en su afán de monopolizar la literatura haciéndose llamar escritores, no son más que un hato de misántropos, enanos cerebrales con lánguida verborrea donde la palabreja se dispensa hasta lograr la estupidización, son los afamados culturícolas infectos de risible notoriedad; heraldos mendicantes de la idiotez que profieren pestes engalanadas de florcitas, enlucidas con el discurso exagerativo pero sin alma, que llama la atención sin ser efectivo, impresionista pero caduco.
Parapléjicos mentales, mimados del arte autonombrados semidioses que van solapadamente discurriendo argucias, planificando eventitos dizque culturales, atribuyéndose dotes magnánimas de fabulosas proezas; hermanados en la misma y letal idiosincracia donde prima la cultura selectiva y excluyente.
De estos personajes líbrese mi alma, a estos crápulas de la palabra deberían mandarlos a una oficinita para que transcriban a mano la historia de nuestro país y por último si se niegan a ello que sean sometidos a una evaluación siquiátrica y confinados a convalecencia en total aislamiento.
Javier Novillo
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